Empezando una
nueva etapa, cerrando capítulos que ya
sin querer no recuerdo, terminando un libro…aunque con los mismos
protagonistas, esta vez más maduros, pensando antes de actuar, planificando
antes de edificar pero sobre todo caminando de pie, sin tropiezos, ni
retrocesos, simplemente tratando de alcanzar un futuro que en el pasado era
incierto y que hoy después de mucho empuje y aguante lo vemos cada vez más
cerca.
Una nueva ciudad
nos espera, no tengo ni la menor idea de cómo luce, todo lo que he escuchado es
que hace mucho calor y eso lejos de molestarme me anima aún más, cuando aquí
empieza a ponerse frío cuento los días para empezar un nuevo libro, tratando
que la primera página que se escriba sea la más feliz después de haber cerrado
el anterior que aunque tuvo muchas páginas con caritas felices abundaron
también algunas páginas negras, ahora sólo trato de escribir el preámbulo de lo
que será este nuevo episodio de esta nueva temporada, aunque aún no pisamos
suelo tarapotino, cada día está más cerca y las expectativas aumentan a medida
que pasan las horas y nos imaginamos que será de nuestras vidas lejos de
nuestras familias, lejos de nuestros amigos y sobre todo lejos de las
comodidades que éstos nos ofrecen aquí, ¿será difícil?, ¿será bonito?, ¿me
acostumbraré? ¿lo haremos bien?, éstas y un sinnúmero de preguntas más rondan
mi cabeza desde el momento en que supimos que nos iríamos, aún no encuentro
respuesta para ninguna de éstas, espero con el tiempo poder responderlas pero
lo que más deseo es que todas estas respuestas sean positivas.
Caminando de pie,
a diferencia de capítulos anteriores en los que casi avanzaba a rastras, sin
ánimos ni ilusiones, hoy en esta nueva etapa, en esta parte de mi vida, me
levanto, miro al frente y no retrocedo, no miro atrás; hoy avanzo, erguida, con
la mirada firme y la cabeza fría, ahora estoy cerca de la felicidad, lo siento
cada vez que escucho sus palabras de aliento y sus frases positivas, que tal
vez antes no les di importancia porque aún estaba llena de inseguridades, de
amarguras, de delirios locos y tontos pensando que esa parte de la vida, la
felicidad, no era para mí.
Han pasado cinco meses desde que llegamos a nuestro destino, debo admitir que aunque no me gusta
el frío, empiezo a extrañarlo, el calor intenso de esta excesivamente cálida
ciudad es realmente abrumador, ya hemos hecho algunos buenos amigos gracias a
otros chiclayanos que, como nosotros vinieron en busca de un mejor futuro.
Tarapoto nos recibió bien los primeros días en que llenos de entusiasmo
llegamos a limpiar el lugar que sería “nuestro” y nuestro punto de partida,
pero por cosas del destino o para ser más exactos personas no gratas,
rápidamente aterrizamos en la nada, aterrizamos en la “absoluta nada”, la
frustración de la falta de dinero y trabajo se apoderaba de nosotros, los
ánimos y las expectativas con que habíamos llegado se estaban esfumando poco a
poco, totalmente desilusionados, cabizbajos y con unas ansias locas de volver a
nuestra casita, esa, de la que muchas veces nos quejamos pero que
afortunadamente tenía cerca a nuestras familias, y aquí totalmente derrotados
como nos sentíamos, la extrañábamos más que nunca.
No pasaron muchos
días para darnos cuenta que únicamente de nosotros dependía salir adelante, con
empuje, empeño y muchas ganas, sí, esas mismas ganas con las que empacamos para
venir; no nos dejaríamos vencer, esta vez saldríamos adelante, esta vez no
regresaríamos con las manos vacías, esta vez estábamos decididos a triunfar, y
así fue, decidimos empujar en una sola dirección, avanzar pasito a paso, gatear
primero, caminar después y finalmente terminaríamos corriendo una maratón donde
los primeros en llegar seríamos nosotros.
Cada día es un
nuevo comienzo, una nueva esperanza, ahora extrañamos menos, sonreímos más,
nuestros ánimos nuevamente brotan sin que nos demos cuenta, nuestra fuerza se
ha revitalizado, siempre escuché que “no hay mal que por bien no venga”, ahora
encuentro el sentido de este dicho o de aquel otro que dice “no hay mal que
dure cien años ni cuerpo que lo resista” pues no, porque no dejaremos que
ningún mal nos aseche y mucho menos haremos nuestro cuerpo resistente a ese
mal, no, nosotros daremos lucha, caminaremos de pie, avanzaremos juntos y no
nos dejaremos caer, porque sabemos como duele y definitivamente no es un golpe
que pretendemos repetir.
Ahora sabemos que
nuestra principal fuente de energía es nuestro amor, porque juntos nos caímos y
juntos nos levantamos, y juntos ganaremos esa maratón de la vida; nuestro
compañerismo y aliento mutuo nos impulsa a diario, a veces me parece mentira,
tanto tiempo sin discutir, ya eso quedó atrás, casi no recordamos como se
siente estar peleados, ahora nos causa risa, aprendimos a comprender las
necesidades del otro, aprendimos que empujando en un mismo sentido se hace más
ligera la carga, aprendimos que dos cabezas piensan mejor que una, que si nos
sostenemos de la mano no nos soltaremos, y que sobre todo uno complementa al
otro.
Tal vez pasen algunos meses más antes de continuar esta historia, pero si de algo estoy segura es que
no serán palabras tristes, no escribiré de nuestras derrotas, a partir de entonces sólo escribiré del
éxito, de triunfos, de alegrías, de logros, de metas cumplidas y de un amor mucho
más grande.
Para concluir
este capítulo les dejo unas frases muy inspiradoras, realmente no encontré el
autor, pero tenía mucha razón o por lo menos nos sirvieron de mucho:
“Nadie hace un cerrojo sin una llave, es la
razón por la que Dios no nos da problemas sin una solución”.
“Deja que tus
sueños sean más grandes que tus miedos, que tus acciones sean más que tus
palabras y que tu fe sean más fuerte que tus sentimientos”
“Cáete siete
veces y levántate ocho” (proverbio japonés)
“Nadie puede
volver atrás y empezar de nuevo, pero todos podemos empezar hoy y hacer un
nuevo final”
“Yo caí, crecí,
cometí errores, viví, aprendí, me hirieron pero sobreviví, soy humano, no soy
perfecto, pero estoy agradecido”